Espíritu de la Dama

¿QUÉ ES UNA DAMA?

Estas son las que asisten personalmente a la Reina, están a su servicio exclusivo. Con frecuencia se trataba de mujeres de noble nacimiento pero de rango inferior al de la persona a la que asistían. No se las consideraba una doméstica y su estatus fue variando según la lancelotampguenievreépoca y país.

La Reina solía contar con ocho Damas. Eran escogidas por la Reina que tenía siempre la última palabra en cuanto a su elección, ya que se convertían en sus confidentes seguras y la acompañaban en todo momento prestándole un servicio regular. Era tan estrecha la amistad entre la Reina y sus Dama que llegaban a ser los personajes más influyentes de la Corte.

Llegaron también a tener una función de guarda, encargándose formalmente de las joyas de la reina y de su vestuario.

ESTA DEFINICIÓN MARCA EL CARISMA DE LAS DAMAS DEL PILAR

La imagen de Nuestra Sra. del Pilar que veneramos representa a María como Madre y Reina. Por eso las Damas de la Corte de Honor, somos el séquito de la Virgen, que es la Reina de cielos y tierra, y a su vez Madre de Dios y Madre nuestra.

Este séquito se hace visible ante los demás cuando nos ven con el distintivo de la medalla. Es así como la Virgen muestra que no está sola, sino que con Ella están sus Damas, las que la asisten y acompañan muy personalmente con una relación muy estrecha. Por tanto, las Damas debemos mantener un trato personal y continuo con la Virgen María, ya que somos sus confidentes; en nosotras descarga sus preocupaciones maternas,  los desvelos por sus hijos, los agravios que recibe, las heridas que su Corazón Inmaculado sufre con los desprecios e ingratitudes que hieren al Corazón de su Hijo.wp_20170101_008

Por eso, con nuestra vida ofrecida y consagrada a Ella, es como velamos por sus intereses que son la Gloria de Dios y la salvación de las almas. Custodiamos el “Pilar” que nos legó, signo de su Fe, la cual nos sustenta e impulsa como al Apóstol Santiago a la Evangelización para que  “venga a nosotros su Reino y sea hecha su Voluntad” (Mt 6, 10).

Nuestro rango verdaderamente es inferior a la que, siendo criatura como nosotros, ha sido elegida como Madre de Dios y reina con Él. Sin embargo, no somos unas domésticas, somos de sangre noble porque Cristo nos ha ganado con la suya y los bautizados que llevamos una vida cristiana y católica, tenemos la dignidad de su Realeza, somos hijos en el Hijo. Por tanto es condición indispensable vivir como tales si queremos formar parte del séquito de la Virgen, es menester guardar los mandamientos y practicar las virtudes de María Santísima.

Somos escogidas por la Reina, somos su elección personal. María es quien tiene la última palabra sobre nosotros. No es algo que nazca de nuestro deseo, sino que somos llamadas por Ella. Por tanto, las que se acercan, lo hacen movidas por el deseo que pone Dios en el corazón como un llamamiento de Nuestra Madre a ser suyas y servirla, y nosotras libremente respondemos.

Cuando se nos dice que estas Damas ejercían influencia en la Reina, es porque con nuestro servicio, haciendo todo lo que le agrada, impetramos su misericordia para que interceda ante su Hijo Jesús. Por eso la invocamos como  “Madre de misericordia”.

Guardar suwp_20170101_013s joyas, es velar por sus hijos, encargo que recibió al pie de la Cruz. Nosotros somos las joyas que se engarzan en su corona enalteciendo a la humilde esclava del Señor si nos dejamos gobernar por Ella.

La carta de San Pablo a los Filipenses (4,1) parece poner en boca de la Virgen María el sentimiento más hondo del corazón de toda madre respecto a sus hijos, pues dice: “Vosotros sois mi corona”.

Por eso, queriendo responder al anhelo más profundo de su Corazón materno, sus Damas trabajan para difundir la Devoción a su Corazón Inmaculado animando a los fieles a que se consagren a Ella ofreciéndole sus vidas de más precio que el oro y las piedras preciosas con que aquel 20 de mayo la vistieron en su coronación canónica en Zaragoza.