Novena a Santiago Apóstol

santiagoapostol-25julio

Del 17 al 25 de Julio. Textos tomados de San Juan Pablo II 

 Día 1º: Dios nos busca

ORACIÓN INICIAL: Enseñános, Apóstol y amigo del Señor el Camino que conduce hacia Él. Abrénos predicador de las Españas, a la Verdad que aprendiste de los lábios del Maestro. Danós testigo del Evangelio, la fuerza de amar siempre la Vida (San Juan Pablo II).

VIGILIA CON LOS JÓVENES EN EL MONTE DEL GOZO, DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II, 19-VIII- 1989.

[…] Os invito a decidir de forma definitiva la dirección de vuestro camino. Con las mismas palabras de Cristo os pregunto: «¿Qué buscáis?» (Jn 1, 38). ¿Buscáis a Dios?

La tradición espiritual del cristianismo no solo subraya la importancia de nuestra búsqueda de Dios. Resalta algo todavía más importante: es Dios quien nos busca. Él nos sale al encuentro. […] nos busca con un amor tan grande que difícilmente logramos entender.

Este encuentro con Dios se realiza en Jesucristo. En Él, que ha dado la vida por nosotros, en su humanidad, experimentamos el amor que Dios nos tiene. «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16).

Y al igual que Jesús llamó a Santiago y a los otros Apóstoles también nos llama a cada uno de nosotros. Cada uno de nosotros […] tiene que entender y creer: «Dios me llama, Dios me envía». Desde la eternidad Dios ha pensado en nosotros y nos ha amado como personas únicas e irrepetibles. Él nos llama y su llamada se realiza a través de la persona de Jesucristo que nos dice, como ha dicho a los Apóstoles: «Ven y sígueme». ¡Él es el Camino que nos conduce al Padre!

Pero hay que reconocer que nosotros no tenemos ni la fuerza, ni la constancia, ni la pureza de corazón suficiente para seguir a Dios con toda nuestra vida y con todo nuestro corazón. Pidámosle a María, Ella que ha sido la primera en seguir el camino de su Hijo, que interceda por nosotros.

Jesús desea acompañarnos, como acompañó a los discípulos en el camino de Emaús. Él nos indica la dirección del camino a seguir. Él nos da la fuerza. Al volver a casa, al igual que los discípulos del relato evangélico, podremos decir que nuestro corazón ardía cuando nos hablaba en el camino y que le hemos reconocido al partir el pan (cf. Lc 24, 22.25). Será el momento de presentarnos a nuestros hermanos, […] como testigos. ¡Sí! ¡Testigos del amor de Dios y de su esperanza de salvación! […]

*Pedir la gracia que se desea alcanzar.

*Padre nuestro, Ave María y Gloria.

ORACIÓN FINAL: Dios todopoderoso y eterno, que consagraste los primeros trabajos de los apóstoles con la sangre de Santiago, haz que, por su martirio, sea fortalecida tu Iglesia y, por su patrocinio, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos. Por nuestro Señor Jesucristo.

Día 2º: «Buscamos la verdad»

ORACIÓN INICIAL: Enseñános, Apóstol y amigo del Señor el Camino que conduce hacia Él. Abrénos predicador de las Españas, a la Verdad que aprendiste de los lábios del Maestro. Danós testigo del Evangelio, la fuerza de amar siempre la Vida (San Juan Pablo II).

VIGILIA CON LOS JÓVENES EN EL MONTE DEL GOZO, DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II, 19-VIII-1989.

¿Dónde está la verdad? «¿Qué es la verdad?» (Jn 18, 38). Antes que vosotros hubo un hombre que hizo esta misma pregunta a Jesús.

[…] hemos visto tres de las respuestas que el mundo da a estas preguntas. La primera, es poner todo nuestro anhelo en la satisfacción plena e inmediata de los sentidos, una búsqueda continua de los placeres de la vida. Ante esto, los peregrinos han contestado: «nos hemos divertido, pero… continuamos vacíos».

Tampoco la segunda respuesta, la de los violentos que ponen todo su interés en el poder y en el dominio sobre los demás, ha sido válida […]. Esta respuesta no solo conduce a la destrucción de la dignidad del otro ―hermano o hermana― sino también a la propia destrucción. Algunas experiencias de este siglo, y también de nuestros días, nos muestran claramente cómo acaban los que ponen su meta en el poder y el dominio.

La tercera respuesta, representada por los drogadictos, busca la liberación y autorrealización mediante la evasión de la realidad. Es la triste experiencia de tantas personas, entre las cuales se hallan muchos coetáneos vuestros que siguen este camino u otros similares, y que en lugar de llevarlos a la libertad, los hace esclavos hasta conducirlos a la autodestrucción.

Estoy seguro de que a vosotros, como a casi todos los jóvenes de hoy, os preocupa la contaminación del aire y de los mares, es decir, la problemática de la ecología. […] Hay que actuar, de forma coordinada y responsable, para cambiar esta situación antes de que nuestro planeta sufra daños irreversibles.

Pero, queridos jóvenes, también hay una contaminación de las ideas y de las costumbres que puede conducir a la destrucción del hombre. Esta contaminación es el pecado, de donde nace la mentira. Tenemos que reconocer que muchas veces la mentira se nos presenta como verdad. Por eso es necesario discernir para reconocer la verdad, la Palabra que viene de Dios, y rechazar las tentaciones que vienen del «padre de la mentira». Me refiero al pecado, que es la negación de Dios, el rechazo de la luz. Como dice el Evangelio de Juan: «la luz verdadera» estaba en el mundo «y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció» (Jn 1, 9-10). […]

«En la raíz del pecado humano está la mentira como radical rechazo de la verdad contenida en el Verbo del Padre, mediante el cual se expresa la amorosa omnipotencia del Creador: la omnipotencia y a la vez el amor de Dios Padre, creador de cielo y tierra» (Dominum et Vivificantem, n. 33).

«La verdad contenida en el Verbo del Padre». Esto es lo que queremos decir cuando reconocemos a Jesucristo como la Verdad. «¿Qué es la verdad?», le preguntaba Pilato. La tragedia de Pilato era que la Verdad estaba frente a él, en la persona de Jesucristo, y no era capaz de reconocerla.

Queridos jóvenes: esta tragedia no debe darse en nuestra vida. Cristo es el centro de la fe cristiana; una fe que la Iglesia proclama hoy, como ha hecho siempre, a todos los hombres y mujeres: Dios se hizo hombre. «Y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros» (Jn 1, 14). Los ojos de la fe ven en Jesucristo lo que el hombre puede ser y cómo Dios quiere que sea. Al mismo tiempo Jesús nos revela el amor del Padre.

[…] la verdad es la exigencia más profunda del espíritu humano. Sobre todo vosotros y vosotras debéis tener sed de la verdad sobre Dios, sobre el hombre, sobre la vida y el mundo.

Pero la Verdad es Jesucristo. ¡Amad la Verdad! ¡Vivid en la Verdad! Llevad la Verdad al mundo. ¡Sed testigos de la Verdad! Jesús es la Verdad que salva; es la Verdad completa a la que nos guiará el Espíritu de la Verdad (cf. Jn 16, 13).

[…] busquemos la verdad sobre Cristo, sobre su Iglesia. Pero seamos coherentes; amemos la verdad, vivamos en la verdad, proclamemos la verdad. ¡Oh Cristo, enséñanos la Verdad! ¡Sé Tú, para nosotros, la única Verdad! […]

*Pedir la gracia que se desea alcanzar.

*Padre nuestro, Ave María y Gloria.

ORACIÓN FINAL Dios todopoderoso y eterno, que consagraste los primeros trabajos de los apóstoles con la sangre de Santiago, haz que, por su martirio, sea fortalecida tu Iglesia y, por su patrocinio, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos. Por nuestro Señor Jesucristo.

Día 3º: Cristo es la Vida

ORACIÓN INICIAL: Enseñános, Apóstol y amigo del Señor el Camino que conduce hacia Él. Abrénos predicador de las Españas, a la Verdad que aprendiste de los lábios del Maestro. Danós testigo del Evangelio, la fuerza de amar siempre la Vida (San Juan Pablo II).

VIGILIA CON LOS JÓVENES EN EL MONTE DEL GOZO, DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II, 19-VIII- 1989.

Estoy seguro de que cada uno de vosotros ama la vida, no la muerte. Deseáis vivir la vida en plenitud, animados por la esperanza, que nace de un proyecto de amplias perspectivas.

Es justo que tengáis sed de vida, de vida plena. […] Pero, ¿en qué consiste la vida? ¿Cuál es el sentido de la vida y cuál es el modo mejor para actuarlo? Hace poco habéis cantado con entusiasmo: «Somos peregrinos de la vida, caminantes unidos para amar». ¿No está aquí la base para la respuesta que buscáis?

La fe cristiana establece un vínculo profundo entre amor y vida. En el Evangelio de Juan leemos: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16). El amor de Dios nos lleva a la vida, y este amor y esta vida se hacen realidad en Jesucristo. Él es el amor encarnado del Padre; en Él «se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres» (Tt 3, 4).

Cristo, queridísimos jóvenes, es pues, el único interlocutor competente al que se pueden plantear las preguntas esenciales sobre el valor y sobre el sentido de la vida: no solo de la vida sana y feliz, sino también de la vida cargada con el sufrimiento, cuando esté marcada por alguna invalidez física o por situaciones de malestar familiar y social. Sí, Cristo es el único interlocutor competente, también para las preguntas dramáticas, que se pueden formular más con gemidos que con palabras. ¡Preguntadle, escuchadle!

El sentido de la vida, os dirá Él, está en el amor. Solo quien sabe amar hasta olvidarse de sí mismo para darse al hermano realiza plenamente la propia vida y expresa en el grado máximo el valor de la propia existencia terrena. Es la paradoja evangélica de la vida que se rescata perdiéndose (cf. Jn 12, 25), una paradoja que halla su luz plena en el misterio de Cristo muerto y resucitado por nosotros.

Queridos jóvenes, en la dimensión de don se presenta la perspectiva madura de una vocación humana y cristiana. Esto es importante sobre todo para la vocación religiosa, en la que un hombre o una mujer, mediante la profesión de los consejos evangélicos, hace suyo el programa que Cristo mismo realizó sobre la tierra para el Reino de Dios. Ellos se comprometen a dar un testimonio particular del amor de Dios por encima de todo y, recuerdan a cada uno la llamada común a la unión con Dios en la eternidad.

El mundo actual necesita como nunca estos testimonios, porque muy a menudo está tan ocupado en las cosas de la tierra que olvida las del cielo.

Sin embargo, jóvenes que me escucháis, la llamada de Cristo no se dirige solo a religiosas, religiosos y sacerdotes. Él llama a todos; llama también a quien, sostenido por el amor, se encamina a la meta del matrimonio. Efectivamente, es Dios quien ha creado el ser humano, hombre y mujer, introduciendo así en la historia aquella singular «duplicidad», gracias a la cual el hombre y la mujer, aún en su sustancial igualdad de derechos, se caracterizan por

aquella maravillosa complementariedad de sus atributos, que fecunda su recíproca atracción. En el amor que brota del encuentro de la masculinidad con la feminidad se encarna la llamada de Dios mismo, que ha creado al hombre «a su imagen y semejanza» precisamente como «hombre y mujer». Esta llamada Cristo la ha hecho propia, enriqueciéndola con nuevos valores en la Alianza definitiva establecida en la cruz. Pues bien, queridos jóvenes, en el amor de todo bautizado Él pide que se pueda expresar su amor hacia la Iglesia, por la cual se entregó a Sí mismo a fin de «presentársela resplandeciente a sí mismo sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada» (Ef 5, 27).

*Pedir la gracia que se desea alcanzar.

*Padre nuestro, Ave María y Gloria.

ORACIÓN FINAL: Dios todopoderoso y eterno, que consagraste los primeros trabajos de los apóstoles con la sangre de Santiago, haz que, por su martirio, sea fortalecida tu Iglesia y, por su patrocinio, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos. Por nuestro Señor Jesucristo.

Día 4º: «Sígueme»

ORACIÓN INICIAL: Enseñános, Apóstol y amigo del Señor el Camino que conduce hacia Él. Abrénos predicador de las Españas, a la Verdad que aprendiste de los lábios del Maestro. Danós testigo del Evangelio, la fuerza de amar siempre la Vida (San Juan Pablo II).

VIGILIA CON LOS JÓVENES EN EL MONTE DEL GOZO, DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II, 19-VIII-1989.

[…] A cada uno de vosotros, como aquel coetáneo vuestro del que nos habla el Evangelio (cf. Mt 19, 16-22), Cristo renueva su invitación: «Sígueme». Algunas veces esa palabra significa: «Te llamo a un amor total hacia mí»; pero muy frecuentemente con ella Jesús quiere decir: «Sígueme a mí que soy el Esposo de la Iglesia; aprende a amar a tu esposa, a tu esposo, como yo he amado a la Iglesia». Hazte partícipe también tú de ese misterio, de ese sacramento del que se dice en la Carta a los Efesios que es «grande»: grande precisamente «respecto de Cristo y la Iglesia» (Ef 5, 32).

[…] Cristo desea enseñaros la maravillosa riqueza del amor conyugal. Dejad que Él hable a vuestro corazón. No huyáis de Él. Él tiene algo importante que deciros para el futuro de vuestro amor. Sobre todo con la gracia del sacramento, Él tiene algo decisivo que daros para que vuestro amor tenga en sí la fuerza necesaria para superar las pruebas de la existencia.

[…] os corresponde la tarea de haceros en medio del mundo testigos de la verdad acerca del amor. Es una verdad exigente, que con frecuencia contrasta con las opiniones y con los «slogans» corrientes. Pero ¡es la única verdad digna de seres humanos, llamados a formar parte de la familia de Dios! […]

Es una decisión que debéis tomar sin miedo. Dios os ayudará, os dará su luz y su fuerza, para que sepáis responder con generosidad a su llamada. Llamada a una vida cristiana total.

¡Responded a la llamada de Jesucristo y seguidle!

Pero, más de uno […] se estará preguntando: ¿Qué quiere Jesús de mí? ¿A qué me llama? ¿Cuál es el sentido de su llamada para mí? […] en el nombre de Cristo deseo preguntaros: ¿Estáis dispuestos a seguir la llamada de Cristo a través del sacramento del matrimonio, para ser procreadores de nuevas vidas, formadores de nuevos peregrinos hacia la ciudad celeste?

En la historia de la salvación, el matrimonio cristiano es un misterio de fe. La familia es un misterio de amor, al colaborar directamente en la obra creadora de Dios. Amadísimos jóvenes, un gran sector de la sociedad no acepta las enseñanzas de Cristo y, en consecuencia, toma otros derroteros: el hedonismo, el divorcio, el aborto, el control de la natalidad y los medios de contracepción. Estas formas de entender la vida están en claro contraste con la Ley de Dios y las enseñanzas de la Iglesia. Seguir fielmente a Cristo quiere decir poner en práctica el mensaje evangélico, que implica también la castidad, la defensa de la vida, así como la indisolubilidad del vínculo matrimonial, que no es un mero contrato que se pueda romper arbitrariamente.

Viviendo en el «permisivismo» del mundo moderno, que niega o minimiza la autenticidad de los principios cristianos, es fácil y atrayente respirar esta mentalidad contaminada y sucumbir al deseo pasajero. Pero tened en cuenta que los que actúan de este modo no

siguen ni aman a Cristo. Amar significa caminar juntos en la misma dirección hacia Dios, que es el origen del Amor. En esta dimensión cristiana, el amor es más fuerte que la muerte, porque nos prepara a acoger la vida, a protegerla y defenderla desde el seno materno hasta la muerte. Por eso os pregunto nuevamente:

¿Estáis dispuestos […] a salvaguardar la vida humana con el máximo cuidado en todos los instantes, aún en los más difíciles? ¿Estáis dispuestos […] a vivir y defender el amor a través del matrimonio indisoluble, a proteger la estabilidad de la familia que favorece la educación equilibrada de los hijos, al amparo del amor paterno y materno que se complementan mutuamente? […]

*Pedir la gracia que se desea alcanzar.

*Padre nuestro, Ave María y Gloria.

ORACIÓN FINAL: Dios todopoderoso y eterno, que consagraste los primeros trabajos de los apóstoles con la sangre de Santiago, haz que, por su martirio, sea fortalecida tu Iglesia y, por su patrocinio, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos. Por nuestro Señor Jesucristo.

Día 5º: Edificados sobre el cimiento de los Apóstoles

ORACIÓN INICIAL: Enseñános, Apóstol y amigo del Señor el Camino que conduce hacia Él. Abrénos predicador de las Españas, a la Verdad que aprendiste de los lábios del Maestro. Danós testigo del Evangelio, la fuerza de amar siempre la Vida (San Juan Pablo II).

MISA DEL PEREGRINO, HOMILÍA DE JUAN PABLO II, Santiago de Compostela, 9-XI- 1982.

[…] El sentido, el estilo peregrinante es algo profundamente enraizado en la visión cristiana de la vida y de la Iglesia. El camino de Santiago creó una vigorosa corriente espiritual y cultural de fecundo intercambio entre los pueblos de Europa. Pero lo que realmente buscaban los peregrinos con su actitud humilde y penitente era ese testimonio de fe […]: la fe cristiana que parecen rezumar las piedras compostelanas con que está construida la basílica del Santo. Esa fe cristiana y católica que constituye la identidad del pueblo español.

[…] os invito a reflexionar sobre nuestra fe, en un esfuerzo para conectar de nuevo con los orígenes apostólicos de vuestra tradición cristiana. En efecto, la Iglesia de Cristo, nacida en Él, crece y madura hacia Cristo a través de la fe transmitida por los Apóstoles y sus sucesores. Y desde esa fe ha de afrontar las nuevas situaciones, problemas y objetivos de hoy. Viviendo la contemporaneidad eclesial en actitud de conversión, en servicio a la evangelización, ofreciendo a todos el diálogo de la salvación, para consolidarse cada vez más en la verdad y en el amor.

La fe es un tesoro que «llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros».

La fe de la Iglesia tiene su origen y fundamento en el mensaje de Jesús que los Apóstoles extendieron por todo el mundo. Por la fe, que se manifiesta como anuncio, testimonio y doctrina, se transmite sin interrupción histórica la revelación de Dios en Jesucristo a los hombres.

Los Apóstoles, predicando el Evangelio, entablaron con los hombres de todos los pueblos un diálogo incesante […]

Dice san Pablo y parece decirlo aquí Santiago: «En toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte, por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra cuerpo».

Los peregrinos parecen responder: «Creí, por eso hablé […] sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros [. . .] para que la gracia difundida en muchos, acreciente la acción de gracias para gloria de Dios».

Así perdura en Compostela el testimonio apostólico y se realiza el diálogo de las generaciones a través del cual crece la fe, la fe auténtica de la Iglesia, la fe en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado para ofrecernos la salvación. Él, rico en misericordia, es el Redentor del hombre.

Una fe que se traduce en un estilo de vida según el Evangelio, es decir, un estilo de vida que refleje las bienaventuranzas, que se manifieste en el amor como clave de la existencia humana y que potencie los valores de la persona, para comprometerla en la solución de los problemas humanos de nuestro tiempo.

Es la fe de los peregrinos que venían y siguen viniendo aquí de toda España y desde más allá de sus fronteras. La fe de las generaciones pasadas que ayer vinieron a Compostela, y de la generación actual que continúa viniendo también hoy. Con esta fe se construye la Iglesia, una, santa, católica y apostólica.

Así, pues, junto al Apóstol Santiago se construye en nosotros la Iglesia del Dios viviente. Esta Iglesia profesa su fe en Dios, anuncia a Dios, adora a Dios. Así lo proclamamos en el Salmo: […]

«El Señor tenga piedad y nos bendiga, / ilumine su rostro sobre nosotros; / conozca la tierra tus caminos, / todos los pueblos tu salvación. / ¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, / que todos los pueblos te alaben».

*Pedir la gracia que se desea alcanzar.

*Padre nuestro, Ave María y Gloria.

ORACIÓN FINAL: Dios todopoderoso y eterno, que consagraste los primeros trabajos de los apóstoles con la sangre de Santiago, haz que, por su martirio, sea fortalecida tu Iglesia y, por su patrocinio, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos. Por nuestro Señor Jesucristo.

Día 6º: «Bebió el cáliz del Señor y se hizo amigo de Dios» (cf. Mt 20, 22-23)

ORACIÓN INICIAL: Enseñános, Apóstol y amigo del Señor el Camino que conduce hacia Él. Abrénos predicador de las Españas, a la Verdad que aprendiste de los lábios del Maestro. Danós testigo del Evangelio, la fuerza de amar siempre la Vida (San Juan Pablo II).

MISA DEL PEREGRINO, HOMILÍA DE JUAN PABLO II, Santiago de Compostela, 9-XI- 1982.

Santiago era hermano de Juan Evangelista. Y estos fueron los dos discípulos a quienes— en uno de los diálogos más impresionantes que registra el Evangelio— Jesús hizo aquella famosa pregunta: «¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?» Y ellos respondieron: «Lo somos».

Era la palabra de la disponibilidad, de la valentía; una actitud muy propia de los jóvenes, pero no solo de ellos, sino de todos los cristianos, y en particular de quienes aceptan ser apóstoles del Evangelio. La generosa respuesta de los dos discípulos fue aceptada por Jesús. Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis».

Estas palabras se cumplieron en Santiago, hijo de Zebedeo, que con su sangre dio testimonio de la resurrección de Cristo en Jerusalén. Jesús había hecho la pregunta sobre el cáliz que habían de beber los dos hermanos, cuando la madre de ellos, […] se acercó al Maestro, para pedirle un puesto de especial categoría para ambos en el Reino. Pero Cristo, tras constatar su disponibilidad a beber el cáliz, les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».

La disputa para conseguir el primer puesto en el futuro reino de Cristo, que su comitiva se imaginaba de un modo demasiado humano, suscitó la indignación de los demás Apóstoles. Fue entonces cuando Jesús aprovechó la ocasión para explicar a todos que la vocación a su reino no es una vocación al poder sino al servicio, «así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».

En la Iglesia, la evangelización, el apostolado, el ministerio, el sacerdocio, el episcopado, el papado, son servicio. El Concilio Vaticano II, bajo cuya luz camina el Pueblo de Dios en esta recta final del siglo XX, nos ha explicado magníficamente, en varios de sus documentos, cómo se sirve, cómo se trabaja y cómo se sufre por la causa del Evangelio. Se trata de servir al hombre de nuestro tiempo como le sirvió Cristo, como le sirvieron los Apóstoles. Santiago el Mayor cumplió su vocación de servicio en el reino instaurado por el Señor, dando, como el Divino Maestro, «la vida en rescate por muchos».

*Pedir la gracia que se desea alcanzar.

*Padre nuestro, Ave María y Gloria.

ORACIÓN FINAL: Dios todopoderoso y eterno, que consagraste los primeros trabajos de los apóstoles con la sangre de Santiago, haz que, por su martirio, sea fortalecida tu Iglesia y, por su patrocinio, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos. Por nuestro Señor Jesucristo.

Día 7º: Obedecer a Dios antes que a los hombres, hasta el martirio

ORACIÓN INICIAL: Enseñános, Apóstol y amigo del Señor el Camino que conduce hacia Él. Abrénos predicador de las Españas, a la Verdad que aprendiste de los lábios del Maestro. Danós testigo del Evangelio, la fuerza de amar siempre la Vida (San Juan Pablo II).

MISA DEL PEREGRINO, HOMILÍA DE JUAN PABLO II, Santiago de Compostela, 9-XI- 1982.

Depositada en el mausoleo de vuestra catedral, guardáis la memoria de un amigo de Jesús, de uno de los discípulos predilectos del Señor, el primero de los Apóstoles que con su sangre dio testimonio del Evangelio: Santiago el Mayor, el hijo de Zebedeo.

Los representantes del Sanedrín pretendieron imponer la ley del silencio a Pedro y a los Apóstoles que «daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y se los miraba a todos con mucho agrado» (Hch 4,33); «¿No os habíamos ordenado formalmente— les dijeron— no enseñar en ese Nombre? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre» (Hch 5, 28).

Pero Pedro y los Apóstoles respondieron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen» (Hch 5, 29-32).

La misión de la Iglesia comenzó a realizarse precisamente gracias al hecho de que los Apóstoles, llenos del Espíritu Santo recibido en el Cenáculo el día de Pentecostés, obedecieron a Dios antes que a los hombres.

Esta obediencia la pagaron con el sufrimiento, con la sangre, con la muerte. La furia de los jerarcas del Sanedrín de Jerusalén se estrelló con una decisión inquebrantable, la decisión que a Santiago el Mayor le llevó al martirio, cuando Herodes— como nos dicen los Hechos de los Apóstoles— «echó mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos. Y dio muerte a Santiago, hermano de Juan, por la espada».

Él fue el primero de los Apóstoles que sufrió el martirio. El Apóstol que desde hace siglos es venerado por toda España, Europa y la Iglesia entera, aquí en Compostela.

*Pedir la gracia que se desea alcanzar.

*Padre nuestro, Ave María y Gloria.

ORACIÓN FINAL: Dios todopoderoso y eterno, que consagraste los primeros trabajos de los apóstoles con la sangre de Santiago, haz que, por su martirio, sea fortalecida tu Iglesia y, por su patrocinio, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos. Por nuestro Señor Jesucristo.

Día 8º: Santiago Apóstol, patrono de España: peregrina con nosotros, ruega por nosotros

ORACIÓN INICIAL: Enseñános, Apóstol y amigo del Señor el Camino que conduce hacia Él. Abrénos predicador de las Españas, a la Verdad que aprendiste de los lábios del Maestro. Danós testigo del Evangelio, la fuerza de amar siempre la Vida (San Juan Pablo II).

ORACIÓN ANTE LA TUMBA DEL APÓSTOL (fragmento), Juan Pablo II, Santiago de Compostela, 19-VIII- 1989.

[…] Santiago, necesitamos para nuestra peregrinación de tu ardor y de tu intrepidez. Por eso, venimos a pedírtelos hasta este “finisterrae” de tus andanzas apostólicas. Enséñanos, Apóstol y amigo del Señor, el CAMINO que conduce hacia Él. Ábrenos, predicador de las Españas, a la VERDAD que aprendiste de los labios del Maestro.

Danos, testigo del Evangelio, la fuerza de amar siempre la VIDA. Ponte tú, Patrón de los peregrinos, al frente de nuestra peregrinación […] Y que así como los pueblos caminaron antaño hasta ti, peregrines tú con nosotros al encuentro de todos los pueblos. Contigo, Santiago Apóstol y Peregrino, queremos enseñar a las gentes de Europa y del mundo que Cristo es –hoy y siempre– el CAMINO, la VERDAD y la VIDA.

PREFACIO DE LA SOLEMNIDAD DE SANTIAGO APÓSTOL.

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso, Pastor eterno.

Porque Santiago, testigo predilecto, anunció el reino que viene por la muerte y resurrección de tu Hijo, y, el primero entre los apóstoles, bebió el cáliz del Señor:

Con su guía y patrocinio se conserva la fe en España y en los pueblos hermanos y se dilata por toda la tierra, mientras tu Apóstol alienta a los que peregrinan para que lleguen finalmente a ti, por Cristo, Señor nuestro.

Por eso, Señor, con todos los ángeles te alabamos ahora y por siempre, diciendo con humilde fe: Santo, Santo, Santo…

*Pedir la gracia que se desea alcanzar.

*Padre nuestro, Ave María y Gloria.

ORACIÓN FINAL: Dios todopoderoso y eterno, que consagraste los primeros trabajos de los apóstoles con la sangre de Santiago, haz que, por su martirio, sea fortalecida tu Iglesia y, por su patrocinio, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos. Por nuestro Señor Jesucristo.

Día 9º: «Ha llegado la hora de emprender una nueva evangelización»

ORACIÓN INICIAL: Enseñános, Apóstol y amigo del Señor el Camino que conduce hacia Él. Abrénos predicador de las Españas, a la Verdad que aprendiste de los lábios del Maestro. Danós testigo del Evangelio, la fuerza de amar siempre la Vida (San Juan Pablo II).

VIGILIA CON LOS JÓVENES EN EL MONTE DEL GOZO, DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II, 19-VIII-1989.

Sí, mis queridos jóvenes, Cristo os llama no solo a caminar con Él en esta peregrinación de la vida. Él os envía en su lugar para ser mensajeros de la verdad, para ser sus testigos en el mundo, concretamente, ante los demás jóvenes como vosotros, porque muchos de ellos hoy, en el mundo entero, están buscando el camino, la verdad y la vida, pero no saben a dónde ir.

«Ha llegado la hora de emprender una nueva evangelización» (Christifideles laici n. 34), y vosotros no podéis faltar a esta llamada urgente. […] comprometámonos a acoger el mandato de Cristo: «seréis mis testigos […] hasta los confines de la tierra» (Hch 1, 8).

¿Qué significa dar testimonio de Cristo? Significa sencillamente vivir según el Evangelio: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente […] Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22, 37.39).

El cristiano está llamado a servir a los hermanos y a la sociedad, a promover y sostener la dignidad de cada ser humano, a respetar, defender y favorecer los derechos de la persona, a ser constructor de una paz duradera y auténtica, basada en la fraternidad, la libertad, la justicia y la verdad. […]

Es urgente la necesidad de contar con enviados de Cristo, mensajeros cristianos. Vosotros y vosotras, queridos jóvenes, sois estos enviados y mensajeros para el futuro.

La llamada de Cristo lleva por un camino que no es fácil de recorrer, porque puede llevar incluso a la cruz. Pero no hay otro camino que lleve a la verdad y dé la vida. Sin embargo, no estamos solos en este camino. María con su FIAT abrió un camino nuevo a la humanidad. Ella, por su aceptación y entrega total a la misión de su Hijo, es prototipo de toda vocación cristiana. Ella caminará con nosotros, será nuestra compañera de viaje, y con su ayuda podremos seguir la vocación que Cristo nos ofrece.

Queridos jóvenes, pongámonos en camino con María; comprometámonos a seguir a Cristo, Camino, Verdad y Vida. Así seremos ardientes mensajeros de la nueva evangelización y generosos constructores de la civilización del amor.

SAN JUAN PABLO II, JMJ DENVER, 1993.

«No tengáis miedo de salir a las calles y a los lugares públicos, como los primeros Apóstoles que predicaban a Cristo y la buena nueva de la salvación en las plazas de las ciudades, de los pueblos y de las aldeas. No es tiempo de avergonzarse del Evangelio. Es tiempo de predicarlo desde los terrados. No tengáis miedo de romper con los estilos de vida confortables y rutinarios, para aceptar el reto de dar a conocer a Cristo en la metrópoli moderna. Debéis ir a “los cruces de los caminos” e invitar a todos los que encontréis al banquete que Dios ha preparado para su pueblo. No hay que esconder el Evangelio por

miedo o indiferencia. No fue pensado para tenerlo escondido. Hay que ponerlo en el candelero, para que la gente pueda ver su luz y alabe a nuestro Padre celestial»

*Pedir la gracia que se desea alcanzar.

*Padre nuestro, Ave María y Gloria.

ORACIÓN FINAL: Dios todopoderoso y eterno, que consagraste los primeros trabajos de los apóstoles con la sangre de Santiago, haz que, por su martirio, sea fortalecida tu Iglesia y, por su patrocinio, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos. Por nuestro Señor Jesucristo.