Muy sencillo: el Rosario es la oración de la Virgen. Sí, sí… Ella rezó muchos rosarios porque tenía la atención del corazón puesta en la vida de Jesús, en sus misterios y en las maravillas que Él obraba en su vida. ¡Atención! porque el rosario no consiste en meditar lo que dice el Ave María, consiste en meditar, rumiar los misterios de la vida de Jesús.
María no nos está dando cualquier cosa, nos está dando, nada menos, que su propia oración, ¿para qué?… para que seamos introducidos en los sentimientos y actitudes de Jesús bajo la acción del Espíritu Santo que siempre vuela allí donde es invocada su Esposa, la Virgen María.
También es cierto que necesitamos la pureza de corazón para mirar en la vida de Jesús, en sus misterios. Solo con la inocencia de un niño se capta y absorbe todo aquello que se ve para copiarlo e imitarlo. Acordaos de las Bienaventuranzas: “Dichosos los puros de Corazón porque ellos verán a Dios”. Sin pureza de corazón no se contempla a Dios.
Por eso, es fundamental encomendarnos a María para que nos alcance la luz que infunde el Espíritu Santo que vuela junto a su Esposa. Recémosle con Ella, déjemos que nos introduzca en su mirada contemplativa. Santa Bernardita veía a la Señora pasar las cuentas de su rosario mientras lo rezaba ella, y es así como tenemos que verla nosotros: dirigiendo nuestros rosarios. Bernardita ve lo que la Virgen, en su pureza e inocencia, mira y capta, y luego lo guarda en su corazón como María, de esta manera misteriosa lo absorbe, lo inocula ¡esto es lo que sucede en el rosario!
Podríamos pensar ¿cómo puede la Virgen saludarse a sí misma… Dios te salve María? Bernardita observa que no movía los labios al rezar los ave marias, tan solo cuando llegaba a los Glorias en los que inclinaba la cabeza honrando a la Santísima Trinidad.
Los Padres de la Iglesia dicen que “nos transformamos en aquello que contemplamos”, los misterios de Jesús vistos a la luz de María son transformadores, nos van cambiando el corazón y la vida, muchas veces sin darnos cuenta, por ciencia infusa.
El Papa Pio IX afirma que “el Rosario es un compendio del Evangelio” y León XIII, dice que “es una profesión de nuestra fe en los misterios centrales de la Doctrina Católica”. Según San Pablo en Rm 10,10 con el corazón se cree para alcanzar la justicia y con la boca se confiesa la fe para la salvación. Esto es lo que hacemos con el rezo del rosario, confesamos lo que cree el corazón.