Reparación al Inmaculado Corazón de María

Jesús se mostró con el corazón herido por nuestros pecados. Bernardo nos dice “que estaba todo abraso de amor y condolido por lo poco que se le estima”, es un amor apasionado por los hombres, no correspondido que efatimastá pidiendo una respuesta de amor. Se revela con el Corazón coronado de espinas. «Al menos tú ámame y suple tanta ingratitud», le dijo a Margarita. Esto mismo sucedió en las revelaciones del Corazón Inmaculado de María. El 13 de junio los pastorcitos ven “delante de la palma de la mano derecha de Ntra. Sra. un corazón cercado de espinas que parecían estar clavadas en él. Comprendimos que era el Inmaculado Corazón de María ultrajado por los pecados de la humanidad que pedía reparación”. Los niños entienden que porque es Inmaculado es por lo que es un corazón doloroso. Nuestro corazón está insensibilizado por el pecado, está anestesiado, pero el Corazón de Jesús y el de María son puros, inmaculados, no tienen anestesia, son altamente sensibles .“Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme”, estas fueron las palabras de la Virgen dirigidas a Lucía.

La Virgen quiere establecer los Primeros Sábados como reparación a su Corazón Inmaculado, igual que pidió el Corazón de Jesús los Primeros Viernes a Margarita (paralelismo). A estos Primeros Sábados se une como reparación el rezo del santo rosario meditado porque es la forma de dejar a la Virgen ejercer su sacerdocio. Dejamos que Ella interceda por nosotros en una oración que pasa necesariamente por el corazón y que nos introduce en la vida de Dios, en sus misterios, es como aquella luz que proyecto en los pastorcitos.

Nuestra Madre nos quiere adoptando hábitos saludables para nuestro espíritu y, por eso, pide para estos Primeros Sábados la comunión sacramental, la confesión y el rezo del rosario meditado en el interior. Es su pedagogía para que entremos en una reparación continuada de vida.

Los cinco sábados responde a cinco reparaciones que Jesús reveló a Lucía: Las blasfemias que recibe  contra su Inmaculada Concepción, contra su virginidad, contra su condición materna en el orden de la gracia en la que muchos rehúsan recibirla como Madre, contra los que infunden el desprecio e indiferencia a la Virgen, incluso el odio y contra los que la ultrajan directamente atentando contra las sagradas imágenes que la representan.

¿Cómo se repara su Corazón sensible?

Amándola con un impulso mayor de amor, primero por el tiempo que la hemos despreciado como Madre nuestra y nos hemos mostrado ingratos con Ella, sin reconocer y agradecer todos los beneficios que nos vienen por su medio; y segundo, por las veces que la hemos ofendido manchando el amor de su Hijo. Nos tiene que doler nuestra falta de correspondencia a su amor y las ofensas de tantos.

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No hay nada más desgarrador que el ver llorar a una madre, al menos a Jesús es lo que más le conmovió con la Viuda de Nain. Pues bien, la Virgen nos llora hoy, sus hijos mueren a la fe. No podemos quedarnos fríos mientras María llora, tenemos que llorar sus propias lágrimas y hacer penitencia por los que la ofenden y se pueden perder. «Son tantas las almas que la justicia de Dios condena por pecados contra mí, que vengo a pedir reparación, sacrifícate por esta intención y reza», palabras de la Virgen.

María hoy te dice: ¿Quieres con el odre de la reparación recoger mis lágrimas? Si es así, recoge la Sangre Preciosa de mi Hijo con tu oración y penitencia para que no se pierda con ella ningún alma, ¡haz tuyo mi llanto de Madre!